La calle está prácticamente desierta y apenas alumbrada.
Marina llega más tarde de lo habitual y no le hace maldita gracia. Su jefe la hizo quedar hasta tarde en la oficina y ella rechazó que la llevase de vuelta a casa.
—Las malas lenguas inventan —se dijo.
Y prefirió coger un taxi.
Entró en la finca de pisos y subió a pie dos plantas. Y se lo encontró apoyado en la pared y esperándola.
—Te podía haber traído. Y no temas... No haría nada sin tu permiso.
Verónica O.M.