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Antes de que llegase el frío, las hormigas trabajaban sin descanso.
Hacían un alto en el camino, tan solo para saludar a quienes eran sus amigas, después proseguían con su tarea antes de que llegase la oscuridad de la noche.
Una de ellas encontró algo redondo, con mucho esfuerzo logró ponerlo de canto, y lo echó a rodar hasta llegar a una de las entradas del hormiguero.
Algunas hormigas se acercaron para ver aquello, no sabían de qué se trataba pero muchas de ellas dijeron aquello de...
-Parece que es comestible.
Lo empujaron por aquella entrada más grande, ya que no cabía por la otra mucho más pequeña. Y lo llevaron a la despensa, dónde había mil y un alimento, para cuando llegase el duro invierno.
Y no tardó en llegar el frío.
Ellas estaban muy acomodadas y calentitas , disfrutando de su descanso muy merecido.
Sacaron para comer aquella cosa redonda, después pensaban estar de cháchara toda la tarde.
Muchas de ellas intentaron cortar aquello, y cuando lo consiguieron lo hicieron en trocitos muy diminutos.
Empezaron a comer, al momento todas estaban roncando. Y así siguieron, hasta el día siguiente.
-No se que nos ha pasado, sin duda hemos comido algo en mal estado. Dijo la que se las daba de más lista.
Lo que no sabían, era que aquella cosa redonda era una pastilla tranquilizante, que se le había caído por el camino a un hombre que paseaba cerca de allí cada tarde.
Verónica O.M.