El anciano, había ido una temporada a casa de una de sus hijas. Tenía tres.
El primer día y en
cuanto llegó, pensó en importunar lo menos posible. Así que decidió que cuando se le preguntase algo, contestar con un simple monosílabo.
Su hija María del
Calvario "Mava" se empezó a
preocupar por aquello. Ella procuraba que su padre, se sintiese en su casa lo mejor posible.
-Padre, he pedido
hora para que le hagan una analítica de sangre. Mañana, a las ocho se la harán.
El hombre, movió la
cabeza de arriba a abajo.
Y así siempre.
Ella lo miró, a punto
de decir una animalada, pero se lo pensó mejor y nada dijo.
Y al día siguiente...
-¡Súbase la manga de
la camisa!
Le dijo, una enfermera con cara de pocos amigos.
Le puso, una especie de brazalete de goma apretándole
el brazo. La vena, se le empezó a hinchar y allí clavó la aguja de la jeringuilla.
Y en cuanto la sacó,
un gran chorro salió manchándole su camisa más nueva. El hombre, al ver aquello estalló en improperios.
-¡Es usted una inepta
señora, me ha puesto perdido, deberían despedirla!
La enfermera se quedó a cuadros y rayas, y su tez se cubrió de rojo escarlata.
Y se dirigió
cabreado a la sala de espera. Su hija, estaba sentada esperándole.
-Esa enfermera es
una calamidad. ¡Mava, fíjate como me ha
puesto!
-Padre, baje la voz que todos nos miran.
-Qué miren, qué leches me importa.
Y ya no pudo callar.
En cuanto llegaron a casa.
-¿Padre, quiere
desayunar?
-Ahora mismo, esa
bruta me ha dejado casi sin sangre. Y debo reponerme. Mientras, voy a cambiarme la camisa.
Cuando se dirigía a
la cocina, para preparar el desayuno Mava iba pensando.
- No se, lo que es
peor si antes o ahora. Y mis hermanas ya se enterarán, en fin...
Autora Verónica O.M.