Retumbaba en su cerebro las palabras de la que había considerado su mejor amiga.
— Ni imaginas lo payasa que te ves con ese vestuario anticuado. Esos zapatos bajos y que ya tienen unas cuantas temporadas. Lo siento, créeme, pero aquí acaba nuestra amistad. Chao, antigua.
Nada respondió y las lágrimas mojaron sus mejillas. Iba a abrir el bolso para buscar unos kleenex...
Pero una mano le tocó el hombro y se los ofreció.
—Gracias.
La otra sonrió.
Lo escuché todo
no mereces
que alguien
tan insegura
te menosprecie.
Si me lo permites
quiero ser tu amiga
esa que nunca
te va a defraudar.
Lo que nada te aporta... se aparta.
Lo que necesitas... viene a tu busca y en el momento preciso.
Verónica O.M.