Subido en su pedestal
le guiñó un ojo
a una chica bonita.
Ella se ruborizó.
Y se sintió idiota.
Verónica O.M.
El aire se cuela
por las rendijas
de puertas
y ventanas.
Su brisa suave
entra sin permiso
en cualquier lugar.
Verónica O.M.
Se duerme esperando
lo que nunca llega
un beso de amor
que acerca sin hablar.
Y defraudada
ya no espera nada
ni tampoco lo pide
porque percibe
que para él
ya no existe.
Verónica O.M.