Fue con ella por todo lo que en su día fue el recinto de la casa. Y nada ocurrió.
Aquello lo puso de mala leche, y cómo no... se le levantó un terrible dolor de cabeza.
Por allí no se veía a nadie. Y decidió echarse una cabezadita en el coche.
Cerró los ojos y no tardó demasiado en dormirse. Estuvo cómo un par de horas soñando cosas bien extrañas. Aunque al despertarse pensó que aquellas ya se habían cumplido. Y aunque era un hombre hecho y derecho aquello lo desestabilizó.
Frente a él y en pie estaba la casa. Observó cómo los habitantes de ella salieron a la puerta y miraron hacia dónde él estaba.
Se acercaron y no le quedó otra que salir del utilitario...
Y cuándo escuchó hablar al que suponía era el padre, su sangre se le heló. Aquella voz era la misma de la grabación.
-¿Quien es usted? -preguntó.
-Un montañero solitario -balbuceó cohibido y asustado.
-Íbamos a comer, si quiere puede hacerlo con nosotros. -Ahora se dirigió hacía su mujer. -Ahora entramos, María, ve poniendo la mesa.
Los niños lo observaban sin decir palabra. Y no sabría decir el porqué sus ojos no le gustaron.
Entraron en la casa. Primero Teo, después el hombre y tras ellos los niños. Y escuchó una fuerte carcajada que provenía de la mujer.
Notó cómo la casa se movía y que aquel movimiento le estaba produciendo náuseas. Estaba aterrorizado, y más cuándo observó que aquellos seres se estaban transformando y que para nada se parecían a él.
Autora Verónica O.M.