Preciosa imagen de internet |
Iba a llamar con el picaporte, pero se dio cuenta que la puerta estaba entornada.
-¡Doña Manolita! -Llamó.
-Puedes pasar, Anita.
Entró en la casa, nada más poner un pie en ella percibió un gran frío, que le recorrió la columna vertebral. Parecía cómo si la enfermedad de su dueña se hubiera apoderado de aquel hogar. Estuvo tentada de marchar corriendo, pero no lo hizo. Su intuición no la dejó hacerlo.
-¡Aquí, al fondo! -escuchó a la mujer.
Sus pasos se dirigieron hacía allí. La puerta del cuarto no estaba del todo cerrada. Momentos antes había salido de allí don Federico que todavía no se había ido. Pero eso ninguna de las dos sabía.
El hombre andaba por el primer piso cuando la voz de Anita lo sorprendió. Y quedó atento a lo que allí acontecía, queriendo pasar totalmente desapercibido.
-Con su permiso...
-Pasa, mujer.
Doña Manolita descansaba en la cama. Su cabeza y cabellos largos reposaban en un abultado almohadón, su tez era como blanca porcelana, se la veía tan frágil que asustaba...
Autora Verónica O.M.
Continuará
Ese que escucha desde arriba espero no se entere de que Anita no está contenta de estar ahí en esas labores, besos!
ResponderEliminarPara silvo
EliminarNo llegará a enterarse, Anita sabe cual es su lugar. ¡Qué triste! es hacer algo forzad@ por las circunstancias.
Besos
Esto no pinta para nada bien, ya que no hay nada peor que hacer las cosas por obligación y a la fuerza. Anita desde luego tiene mucha correa.
ResponderEliminarBesos Verónica.
Para Rafa hernández
EliminarRafa, se me había pasado este comentario, cuanto lo siento.
Lo hará por su marido, antiguamente estas cosas se entendían así.
Besos