Precioso dibujo de internet |
La vida de Javier, había dado un cambio muy radical para nada bueno. Sus padres se habían separado, él había quedado al cuidado de su madre.
A la mujer, se le había agriado bastante el carácter, y de ser una mujer simpática y muy agradable, había pasado a ser una persona amargada. Siempre estaba trabajando, para sacar la casa adelante. Su marido, se había ido de casa y ella no quiso exigir los derechos de Javier. Sola debía hacer frente a todo. Muchas veces se agobiaba, el niño debido a ello se volvió muy introvertido. No contaba nada a su madre, ella le tenía qué sacar las palabras.
Cuando salía del instituto para regresar a su casa, allí estaba Marcos acosándolo.
-¿Me has traído la pasta que te dije?
-No tengo tanto.
-Te dije que me lo trajeras, si no querías que te rompiera la cara.
Dichas estas palabras, le dio un puñetazo que lo tiró al suelo.
Los otros chavales, no se percataron de nada. Allí estaba el pobre Javier, con la nariz reventada y sangrando.
Marcos se marchó riendo diciendo estas palabras.
-¿Como no me lo traigas mañana, verás que te hago?
El pobre Javier sacó un paquete de kleenex de su mochila, se limpió como pudo y se dirigió para su casa.
Su madre no estaba... Nunca estaba.
En la cena. La madre lo miró preocupada.
-¿Qué te ha pasado, Javier?
-Nada.
-¿Como que nada, eso no es lo que parece?
-Resbalé y me caí.
-¡Pues hijo, deberías de ir ciego para darte tal porrazo!
Cenaron, y se fue para su habitación. Allí lloró de rabia y de impotencia contenida.
Cuando se levantó al día siguiente.
Se dirigió, a la habitación de su madre y le cogió dinero aprovechando que no estaba.
No sabía qué hacer. Pero de momento... Aquel dinero le salvaría de un nuevo puñetazo.
Al salir del instituto, ya estaba Marcos acosándolo.
-¿Lo has traído?
-Si.
-Dámelo.
-Toma, pero no tengo más.
-Eso es lo que tu dices. Mañana quiero el doble.
El pobre Javier, sintió una impotencia tan grande que se marchó llorando. Dándose cuenta, que aquello solo acababa de empezar. No sabía lo que hacer, ni a quien recurrir.
Así pasó unos días sufriendo.
Su madre, seguía con su mal carácter. E incluso, parecía estar peor que habitualmente.
-¿Javier, me has cogido dinero?
-No. ¿Para qué lo quiero?
-Hijo. No sé lo que está pasando últimamente, pero me falta muchas veces.
-¿Me estás acusando?
-No, hijo no. Pero algo pasa, y esto no puede continuar.
-Todo el día, estás atareada y nerviosa. ¿Vete a saber dónde lo metes?
Allí quedó la conversación.
Siguió robando a su madre. Marcos, cada vez le exigía más.
En vez de irse para casa...
Al salir aquel día del instituto, se marchó para un parque qué estaba muy cerquita.
Se sentó en un banco, y se puso a llorar.
Un anciano, se sentó a su lado.
- Hola muchacho, hace buena tarde. Y me parece, que tienes algún tipo de problema.
Javier, al oír aquellas palabras se desmoronó.
-Cálmate muchacho y cuéntame. A lo mejor te puedo ayudar.
Javier empezó a hablar. El anciano, lo dejó hasta que no le quedó qué decir.
-Mira muchacho, lo que tienes que hacer es decirlo en tu casa. Nadie mejor que tu madre, para ayudarte a que acabe tu pesadilla.
Estuvieron largo rato charlando. Al despedirse, Javier se encontraba muchísimo mejor, con fuerzas para hablar con su madre y acabar de una vez por todas con aquel sin vivir.
Habló con ella. Le contó todo con pelos y señales. La mujer se sintió culpable, por no poder dedicarle más tiempo.
-No te preocupes hijo, esto se va a acabar ya.
Llamó por teléfono al padre de su hijo. Decidieron, ir al instituto para hablar con el director.
El cual, llamó al tal Marcos. Qué se puso gallito.
Su expulsión del centro fue inmediata.
Los padres de Javier, empezaron a verse más. De nuevo la chispa prendió, decidiendo unirse de nuevo, y ya para siempre.
Todos estaban muy contentos.
Javier, no se había olvidado en ningún momento del anciano, y decidió ir al parque para darle las gracias. Dio vueltas y más vueltas, y nada.
Decidió andar, un poquito más arriba. Y decepcionado decidió marchar. De pronto, vio algo extraño que llamó su atención. Se acercó hacia aquel rincón del parque. Se detuvo... Allí había una estatua, idéntica al viejecito.
El hombre, le guiñó su ojo izquierdo.
Le pareció tan real... Pero se dijo que no podía ser. Era solo una estatua. Seguramente fue una ilusión.
Autora Verónica O.M.
O no lo fue, el caso es que el acoso es un mal tremendo que se está viviendo y que no parecen tener autoridad suficiente, en los centros de estudios, como para combatirlo como se merece, en este caso todo salió bien u me alegro ya que has conseguido me enfrasque en el relato,la estatua influyó en el proceso y el niño lo logró, besos!
ResponderEliminarPara Silvo
ResponderEliminarMe alegra lo leyeras...
La vida nos trae cuanto necesitamos, tan solo hay qué saber verlo. La estatua, ficción o no acudió en su ayuda.
Besos, muy buena noche Silvo...
Muy bonito Verónica, y siempre que nos veamos hundidos podemos encontrar a alguien que nos ayude, aunque solo se trate de una estatua, pero que a nosotros nos parezca real. La pobre criatura pasó un calvario con ese chulo que le sacaba dinero; menos mal que todo terminó bien, y hasta los padres pudiese ser que volvieran a retomar sus relaciones.
ResponderEliminarBesos.
Para Rafa Hernández
ResponderEliminarMe alegra te guste Rafa. El niño, cuando sufre acoso siempre debería hablarlo con su familia, la de sufrimiento qué se ahorraría.
Los padres al final volvieron, gracias en cierta forma a ese problema tan tremendo.
Besos