SECRETOS ENTERRADOS CAPÍTULO N° 8
Quedó largo rato mirando aquel sobre y sin atreverse a romperlo.
Se sentía cómo si estuviese usurpando la intimidad de su madre, sabía que ella no estaba pero se la imaginó mirándolo enfadada por aquello que estaba haciendo.
Se le erizó el vello y se dijo que no tenía sentido sentir aquello.
Deseaba y temía a la vez saber porqué su madre tuvo aquel sobre escondido tanto tiempo.
Lo rompió con cuidado para no dañar su contenido.
Podía oír los latidos de su corazón, de puro nerviosismo.
Lo primero que observó, fue una fotografía en la que habían tres personas, una era su madre, de muy joven, junto a ella había un hombre también joven, dio por hecho que era el padre que nunca conoció y la tercera persona era un niño pequeño y de grandes ojos.
Se sorprendió porque no era él.
Se le volvió a erizar el vello
-¿Quien será?
Aquello otro, parecía una carta y estaba fechada hacía unos diez años, se preguntó que de quien sería.
Miró la parte de atrás, allí había escrito y rubricado el nombre de su padre, Esteban Muñoz.
Recordó lo que su madre, cientos de veces le había dicho.
-Tu padre murió tres meses antes de tú nacer.
Dentro de dos días cumplía treinta y ocho, allí debía haber alguna confusión.
De pronto se empezó a sentir mal, se sentó encima de la cama y percibió cómo si una pequeña mano le rozase el rostro.
-¡Me voy a volver loco!
Autora Verónica O.M.
Continuará
SECRETOS ENTERRADOS CAPÍTULO Nº 9
Permaneció sentado en la cama. La carta la puso encima de sus piernas y su vista la dirigió hacia un punto de la habitación sin ser consciente de ello.
Se tranquilizó como pudo sin conseguirlo del todo.
Empezó a leer aquella misiva, fechada diez años atrás.
Mi añorada, Luisa. Me tomo la libertad de escribirte y con la esperanza de que no te sientas molesta por mi atrevimiento, la verdad es que jamás me lo perdonaría.
Te diré que pasado el tiempo, veo las cosas de forma mucho más clara y no ofuscado cómo antaño.
Humildemente te pido perdón. Ya sé que no lo merezco, pero aún así te lo pido, con el deseo de que no seas demasiado dura conmigo.
Sé que merezco tu desprecio, pero ya han pasado muchos años y deseo no sigas guardándome rencor.
Te pediría que volvieses conmigo, pero tengo claro que eso no sucedería jamás, así que no te lo voy a pedir.
Quiero que sepas que estoy muy arrepentido. Sé que fuiste una madre para mi hijo y que no tuviste la culpa de su muerte. No sabes lo que me arrepiento de haberte culpado, jamás me lo perdonaré.
No me cambié de vivienda, sigo en la misma casa llena de duros recuerdos y con los que he vivido tantos años desde que te fuiste y comprendo porqué lo hiciste.
No fui justo contigo, cosa que lamenté, lamento y lamentaré toda mi vida. Desearía saber de ti después de tantos años...
Le daré esta carta a mi tía para que te la entregue, sé por ella que las dos vivís muy cerca.
Humildemente.
Esteban Muñoz
Autora Verónica O.M.
Continuará
La necesidad de saber hace que espies hasta a tu madre. Un abrazo de buenas noches
ResponderEliminarEs cierto, Ester y más si ella ya no está.
EliminarAbrazos, feliz domingo 🌸
Cada vez estará más desconcertado.
ResponderEliminarEl tema es muy interesante.
Un beso.
Gracias, Amalia, me alegra te lo parezca.
EliminarUn beso 🌸
Pues sí, esto se complica un poco más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es cierto, Sara.
EliminarMe has dejado otro comentario y al parecer no se ha publicado y no soy capaz de encontrar.
Me comentabas lo de la sombra...
Un abrazo 🌸